Y heles ahí Pascualo y Flanagan, volando fuera del agua.
Un fuerte estruendo, la humareda, les hizo suponer que se habían librado de los persecutores
– “¡Joder, eso estuvo cerca!” dijo Flanagan sacudiéndose el cuerpo, para espabilarse y liberarse completamente del mirar de la sirena que lo había atontado. Volvió a posar sus ojos en el Apicarium RX2000 , ahí seguía la pequeña abeja… esa preciada posesión que lo había metido en tantas situaciones de peligro. ¡Quién lo hubiera pensado!, hace algunos años él mismo había matado a alguna abeja necia que lo molestaba con su zumbido, en una de esas calurosas mañanas veraniegas, cuando en la piscina disfrutaba de un daiquiri a un lado de su amada Merikeit… ¡y ahora por aquel insecto arriesgaba la vida!
La voz metálica de Pascualo lo sacó de sus pensamientos
– “¡Nos disparan Flanagan! ¡Una nave nos persigue! El combustible no durará mucho, creo que de esta no nos libraremos. ¿Qué hacemos ahora?”
-“¿De cuánto tiempo estamos hablando Pascualo?”
-“De unos diez minutos Flanagan, después nos volveremos lentos, además ya no nos queda muchas municiones”.
– “¡Tengo una idea! ¿Recuerdas el acantilado? ¡Vamos allá!”
Pascualo hacía movimientos en zigzag para esquivar el ataque mientras las detonaciones tras de ellos continuaban y aunque era una sola nave parecían más determinados que nunca en acabar con ellos.
-“¡Pascualo… un bazokazo!”
-“Es el último, ahí va….”
Junto al humo de la bazooka partió la última oportunidad para acabar con la nave enemiga que seguía tras de ellos, aunque envuelta en humo. Estaban ya a solo unos metros del acantilado. Siguiendo las indicaciones de Flannagan, Pascualo se dirigió hacia la enorme pared de piedra como fuera de control y a pocos metros viró, haciendo que sus perseguidores terminaran contra ella, estallando en mil pedazos. Ya sin nadie a sus espaldas, y con las últimas gotas de combustible, llegaron a orillas del acantilado en el mismo instante en que llegaban tres autos del Ejército. De uno de ellos descendió emocionada Merikeit; ella había contactado a las autoridades: ahora la miel estaría a salvo. El comandante Fajardo, quien era el oficial al mando de la operación, explicó a Flanagan que en los laboratorios tenían una abeja reina y que el zángano que había salvado, huésped de el Apicarium RX2000, bastaría para que se pudiera repoblar la población apícola. Le dijo también que sus persecutores eran mercenarios de la Dontonto, cuyo plan era monopolizar los alimentos y sus mutaciones genéticas.
Tras un beso prolongado de su amada Merikeit, Flanagan vio de nuevo a la sirena que disgustada se sumergió a toda prisa en las aguas lejanas.
“Los héroes y sirenas aún existen”, pensó Flanagan esbozando una gran sonrisa…
Fin
Si quieres empezar la historia pincha aquí
Casi casi acaban con sexo pero se conformaron con un casto beso 🙂
Perfecto querida, muy bueno el final.
me sigue faltando el sexo, joder que el líder se lo apaño para el gran final, pensé en cuanto asomo la cabeza la sirena que Flanagan se lanzaría al mar, no se porque pero lo pensé, me gusta tu final.
Bonito final. Un beso de cine. 🙂
No me funciona el link de volver a empezar la historia…
wow…. me ha encantado… !!!!! Amor.. esta entrada respira amor.. y aventuras, y … vamos, que me ha encantado. Besos 🙂
Ahhhh, me encanto el final feliz y lo de la Dontonto es de premio.
Que buena toda la historia, es maravilloso leeros.
Sigo…
Besazo
Me ha gustado mucho tu final.
Excelente giro de la historia.
Un abrazo.
Pobre sirena
Gran final ( canción incluida) y…Feliz!!
Besos.
¡Detente Dontonto Monsanto que te mato!
Muy bueno este relato.
Un abrazo
Gracias Xavier, este es el final de una historia compartida con varios blogueros, fue una linda experiencia participar. Si quieres puedes empezar pinchando en la abeja y muy posiblemente encontraras otros finales 🙂 Abrazos.
gli eroi e le sirene, si’, esistono ancora, saluti dall’Italia