El muerto y el arrimado…

Versa un viejo refrán: » El muerto y el arrimado, a los tres días apestan». Hoy, más que nunca, cobraron sentido estas palabras en mi vida. Todo cambia; lo único que permanece son los recuerdos o lo que guardamos de ellos, algo así me paso en días recientes. Por cuestión de logística decidí irme a vivir unas semanas a casa de mis padres, la emoción en un principio era evidente, con un pequeño inconveniente ahora no regresaría sola, sino acompañada de mis dos hijas y de mi pequeño chihuahua,  diferente circunstancia: “regresa la hija tras su divorcio”;  aunque la casa de mis padres no es enorme, hay un cuarto destinado para visitas, volver a dormir en esa, que en alguna ocasión fue mi habitación antes de casarme, me evocó tiempos idos, cuando por las tardes me tumbaba en la cama a leer y escuchar música.

La incomodidad comenzó cuando mi hermana en una actitud infantil peleaba con mis niñas por tener al pequeño perro en su habitación; cuando mi madre, aprovechando mi estancia, me tomó por cocinera oficial, y claro, no está mal ayudar, pero el hecho es que yo ahora tenía más labores, además de encargarme de mis niñas: apoyar en la óptica de mi padre haciendo exámenes, asistir a mis diplomados y a los ensayos para mi siguiente recital… mientras que mi hermana soltera, vive como niña mimada sin mover un dedo, eso sí, asistiendo día con día a los servicios de la iglesia a la cual ella pertenece.   Yo procuré no ser una carga, surtiendo la despensa de absolutamente todo lo que comíamos e incluso un poco más para compartir, lavar la loza, ayudar en algunas labores de la casa, pero lo más asfixiante fue tener a mi madre como policía todo el día, queriéndose enterar de cada una de mis actividades, mis amistades, en fin, entiendo que al no tener muchas cosas en que ocuparse, yo era su nuevo centro de entretenimiento, pero entonces me surgieron interrogantes: ¿Por qué cuando viví bajo su techo nunca se enteró cuando fui anoréxica o de la ocasión en que fui casi abusada sexualmente? ¿Por qué nunca supo lo que padecí como adolescente tímida o las dudas que tuve respecto a las relaciones o a temas de sexualidad? Por qué nunca sentí de parte de ella un verdadero apoyo o acercamiento que ahora yo sí experimento con mis hijas?

Mi padre ha estado enfermo, y en esos días estuvo muy cerca de ingresar a tratamiento a un hospital, eso me empujo a permanecer más días de los que hubiera deseado, por fortuna se recuperó,  aprovechando la inminente visita de mi hermano el músico y antes de que me pidieran la habitación de visitas, emprendimos la graciosa huida.

Fue maravilloso para mis niñas y para mi regresar a nuestro hogar.  Más vale guardar un bello recuerdo de la casa materna, que experimentar la realidad veinte años después, más vale la libertad y pagar su precio, que cargarse en el cuello un grillete que debió desaparecer en el instante mismo en que emprendí el vuelo del nido, cuando mi adolescencia se perdió, tratando de alcanzar mis sueños y al perseguir nuevas ilusiones.

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